
Tal vez crear no sea nada más que recordar profundamente
Rainer Maria Rilke
Rainer Maria Rilke
Saudades es una palabra que se siente. Se siente en el cuerpo, se siente a veces en los ojos cuando se nos llenan de lagrimas, se siente en el pecho. Saudades es el recuerdo o la nostalgia que tengo de un momento o de alguien. Saudades es la esperanza de algo que ya fue, y deseo que vuelva a ser.
Saudades es evocar mis memorias y mi capacidad de proyectarme a futuro con alegría si es que sé que viviré nuevamente ese momento o con tristeza si me doy cuenta que lo que recuerdo ha quedado en un tiempo que ya no volverá.
Saudades… sin memoria no podría sentir saudades y quizás no podría sentir muchas otras sensaciones o emociones si no tuviera la capacidad de recordar.
Hace un tiempo atrás escribí sobre el arte de olvidar como un modo de adquirir nuevos conocimientos y como una forma de sobrevivir a situaciones de extremo dolor. Hoy quería escribir sobre la importancia de recordar, sobre la memoria.
La memoria es la adquisición, almacenamiento y evocación de informaciones. O dicho de otra forma, son los cambios eléctricos que se producen en el cerebro cada vez que recordamos algo.
Cada vez que realizamos el ejercicio de recordar, estamos activando diferentes centros cerebrales que realizan “caminos o sendas” de relaciones y conexiones eléctricas entre las neuronas y estas conexiones hacen con que podamos evocar alguna información adquirida.
Como cualquier otra actividad física, cuanto más nos ejercitamos, más y mejor hacemos las conexiones y esto lo sabemos todos muy bien.
Recordamos mucho mejor el camino que más hacemos, las músicas que cantamos con más frecuencia, los nombres de nuestros amigos más íntimos, las historias que contamos más a menudo, las películas que vemos más de una vez.
Olvidamos con facilidad lo que acabamos de leer (trata de recordar la penúltima frase que leíste) el teléfono que me dieron ayer y en muchos casos los nombres de personas que nos acabaron de presentar en una reunión.
Es importante recordar que nada nos pasa sin que la emoción esté involucrada en el proceso y con la memoria no es diferente. Nunca somos un libro en blanco al escuchar, leer, ver o sentir algo. Vamos con nuestras memorias, emociones y expectativas aprendiendo lo nuevo y dejando de lado lo que no nos sirve más o nos ocurrió en un determinado estado emocional.
Es muy probable que nos recordemos mucho mejor que estábamos vistiendo el día que en que esa persona tan especial nos pidió en pololeo que recordar lo que estábamos vistiendo el miércoles de la semana pasada. Como también es posible que casi todos recordemos donde estábamos el 11 de septiembre (vale el 73 como 2001)
Recordamos pequeños detalles de eventos que nos emocionaron o nos afectaron pero olvidamos fácilmente los mismos cuando el estado emocional era diferente.
La mayor parte de los olvidos, según los estudios, resulta por la falta de uso de las conexiones sinápticas, por lo tanto para no olvidar lo que tenemos que hacer es ejercitar las sinapsis, ¿cómo? ¡Evocando las memorias! Recordando.
No se sabe todavía que tipo de sinapsis se hace para cada memoria, pero lo que si se sabe es que zonas del cerebro se activan cuando recordamos: el hipocampo, el núcleo de la amígdala (del cerebro, no de la garganta) y las conexiones de ambas con el resto del cerebro principalmente con el cortex.
Un excelente ejercicio para la memoria o para realizar sinapsis, ya que utiliza todas esas zonas mencionadas, es la lectura.
Cuando leemos, además del placer que nos provoca y con esto ya activamos varios centros, estamos activando también la memoria visual, verbal y motora. Cada letra que juntamos, cada palabra que evocamos, cada imagen, sonido, color, paisaje, y hasta las paginas que damos vuelta activan tanto nuestro cerebro que aparentemente no hay otra actividad que haga algo similar, a no ser escuchar.
La capacidad de escuchar, de comprender algo que es dicho, activa casi las mismas zonas en el cerebro por lo que se imagina que para que un niño pueda comprender un texto escrito tiene que también poder comprender el lenguaje.
Lo que a mi me lleva a pensar que escuchar también es un buen modo de ejercitar nuestras sinapsis. Conversando realizamos asociaciones de nuestros recuerdos con los recuerdos del que nos habla y si es alguien a quien conocemos hace mucho, mejor todavía, ya que además nos ayuda a “refrescar” esa memoria que ya andaba medio perdida por falta de uso gracias a una única frase: ¿te acuerdas cuando?
Hacer ejercicios para la memoria es el mejor modo de no perderla y para esto todos los ejercicios valen incluso aquellos que han dejado de estar de moda como memorizar.
Esta palabra, para algunos educadores, pasó a ser sinónimo de mala educación, como si memorizar algo fuera menos importante o menos inteligente que otro modo de aprender.
Dentro de las varias formas de aprender y de enseñar sin duda creo que promover procesos reflexivos y cuestionadores es una forma con la cual un niño crece aprendiendo a aprender, pero también creo que aprender de memoria algunas cosas no nos hace mal ni daña el cerebro, al contrario, creo que es bueno.
Siento falta de niños y jóvenes recitando poemas. Niños sabiendo las tablas de multiplicar de memoria e incluso las preposiciones.
Pienso que reflexionar sobre la historia o sobre las ciencias es importante y necesario, no sólo para los niños como para los adultos, pero también creo que cualquier edad es buena para aprender de memoria una canción, una poesía, los cumpleaños de los que amamos o todas estas cosas que dejamos de memorizar gracias a la tecnología.
Al fin y al cabo, la memoria, aunque muchas, es una sola y vale la pena tenerla por el mayor tiempo posible, aunque sea para sentir saudades y esas saudades sean, algunas veces, la confirmación de que lo que deseamos ya no volverá.
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