Quien canta sus males espanta

Un día estaba ella viajando, visitando su familia, y por esas cosas que para algunos sólo el destino explica pero para ella, que no cree en el destino, la explicación se resumía a dos palabras: pajareo y caída

Siente un dolor terrible no puede caminar y antes que diga un ¡ay! viene una de sus muchas tías a su encuentro y a un médico la lleva.

Pero no era un médico común, es un acupuntor. Duele tanto que no le importa, puede hacer lo que quiera doctor, incluso poner esas agujas.

Pero el buen doctor salió preguntón y sólo quiere saber de su vida personal, y ella sin entender mucho y mucho menos querer responder, se pregunta: ¿y esta consulta no termina nunca?

Muchas interrogaciones se pasan y ella ya cansada de tantas cuestiones, acaba respondiendo las preguntas del insistente galeno que ahora ya satisfecho en su curiosidad decide ponerse a trabajar.

Por fin, las agujas en su debido lugar son colocadas y al cabo de un tiempo retiradas.

Ella está mejor, siente que le duele menos y ya esta pronta para dejar el recinto pero el insistente doctor quiere conversar sólo un poco más.

- Señora, ¿sabe lo que tiene que hacer?
- No, responde ella
- Tiene que cantar
- ¿Cantar?

Este medico es loco piensa ella y cojeando un poco por fin se va.

Vuelve a su vida, a su rutina, su trabajo, su dolor, ese que conoce bien, el que viene cultivando por algún tiempo. Este dolor que le gusta, al que quiere, es su amigo. Lo riega, lo poda, lo abona.

Pasa el tiempo y un día recuerda el consejo del buen doctor y a pesar del miedo y de la vergüenza decide cantar.

Su mente se llena de partituras, canciones, solfeos y notas y en poco tiempo algo cambia en ella.

Recorre un camino que no conoce, sus hemisferios cerebrales se comunican y descubre lugares de su cuerpo y de sus voces antes ignoradas. Su cerebro agradece toda la serotonina que le llega en cada canción.

La alegría vuelve

El dolor se ha ido.

Ella sonríe otra vez y sueña un día poder cantar como un cronopio (click para leer)